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- Pastelerias centenarias Madrid
Paseando por Madrid, seguro que te
has quedado mirando alguna confitería llamativa por su fachada, te propongo un
recorrido por algunas Pastelerías
centenarias, donde además de
deleitarte con un buen dulce, podrás admirar la belleza de su arquitectura. Todas tienen mas de un siglo de historia y han sido capaces de adaptarse a los tiempos y mantenerse a flote pese a haber sufrido guerras, pandemias y en algunos casos cambios de sociedad.
Antigua Pastelería "El Pozo". Calle Pozo N.º 8.
Se trata de la Pastelería más antigua de Madrid. Para hablar de sus orígenes hay que remontarse a 1830, fecha en la que la familia Agudo, fundo esta pastelería, a pesar de que sus inicios como tahona datan de 1810. Un siglo después de su apertura como confitería, en 1930, la tienda cambió de manos y pasó a los actuales propietarios, cuya tercera generación sigue al frente del establecimiento. Debe su nombre al mismo nombre de la calle donde se ubica, donde se creía que existía un pozo de agua curativa que obraba milagros.
Su decoración no ha variado desde el inicio del siglo XIX, todavía mantiene el mobiliario original con su mostrador de mármol y madera, máquina registradora de 1834, una balanza clásica de dos platos y una lámpara de gas. No dejes de observar su magnífica fachada con el rótulo pintado a mano.
Durante estos años, han pasado por este rincón próximo a la Puerta del Sol, numerosos personajes ilustres, desde Jacinto Benavente, Gregorio Marañón o Pio Baroja, a pesar de ser este último sobrino de la propietaria de la Pastelería “Viena Capellanes”. Como curiosidad, podemos ver colgada debajo del reloj, una fotografía dedicada del Premio Nobel Jacinto Benavente, amigo de los dueños de la casa.
Hoy día siguen elaborando de forma artesanal las recetas centenarias en donde el producto estrella que ha dado fama al establecimiento es el hojaldre. El hojaldre dulce, llamado “bayonesa”, lo preparan a base de crema o cabello de ángel.
El hojaldre salado, lo puedes encontrar en forma de empanada de bonito, bacalao con pasas o rape y langostinos. Los sábados y domingos puedes degustar unos dulces típicos de Madrid, el pestiño y el bartolillo (El primero es una masa frita con miel y el segundo, lo mismo pero con crema en el centro).
Si eres amante del Roscón de Reyes aquí lo hacen todo el año, eso sí siempre sin frutas ni relleno. Las torrijas, propias de Semana Santa, aquí se venden todo el año, son algo diferente a las convencionales, aquí se elaboran con bizcocho relleno de crema, emborrachadas con leche, anís y almíbar y luego fritas ¡realmente exquisitas ¡
Casa Mira. Carrera de San Jerónimo, 30
Luis Mira comenzó a ofrecer sus turrones y dulces primero en un puesto en la Plaza Mayor, allá por 1842 y en 1855, abrió la tienda que hoy día sigue recibiendo a clientes de todos los puntos de España, en una de las consideradas mejores turronerías de Europa, muy cerca de las Cortes y de la Puerta del Sol, en pleno Madrid de los Austrias. 180 años después de iniciar su andadura, sus actuales propietarios, «Hijos sucesores de Luis Mira», como reza el rótulo de la entrada, constituyen la sexta generación, conservando recetas artesanales, productos de primera y una atención exquisita.
Su negocio se convirtió en proveedor de dulces de la
Casa Real durante los reinados de Isabel II, de Amadeo de Saboya, de Alfonso
XII y de Alfonso XIII.
El local se mantiene inalterable desde su apertura, con paredes revestidas de caoba adornadas con espejos y techos de escayola decorados con motivos florales, lo que nos permite viajar a epocas pasadas. Frente a la puerta, se exhibe un retrato del fundador y unas interesantes inscripciones donde podemos ver un escudo policromado de madera con la leyenda “Proveedor de la Real Casa”.
En su despacho se arremolinan, especialmente en las fechas de Navidad, clientes de toda la vida, junto a turistas que entran por primera vez atraidos por su escaparate. Dentro de su selecta oferta de turrones, destaca el turrón de Jijona, el clásico más demandado y el turrón de Almendra, utilizando para su elaboración miel es de romero, junto a almendra Marcona de España, que tiene un tamaño más pequeño que la californiana, pero de más sabor.
Hay más recetas de turrones, como el de “Guirlache” (con almendra tostada con piel y miel de romero), “Frutas” (almendra, canela y fruta escarchada: calabaza, alficoz y sandía), “Nieve” (mazapán de almendra, limón y canela.
Tampoco faltan las anguilas, elaborada a base de masa de mazapán horneado, decorado con vistosas frutas escarchadas y presentada en sus originales cajas redondas. Otra de sus especialidades son los mazapanes, esas preciosas figuritas que nos devuelven a nuestra infancia. Pan de Cádiz (un turrón de mazapán horneado relleno de yema confitada y batata).
Buenos turrones, precios elevados y a mejorar, la atención al cliente.
La Pajarita. Calle Villanueva, 14
Esta bombonería inicio su andadura en 1852, de la mano de Vicente Hijós y su mujer Lorenza Aznárez, en la Puerta del Sol número 6. En 1969 se abrió una segunda tienda, en Villanueva, 14, y en 1991 se cerró la sede original. Desde 2018 está al frente del negocio la sexta generación de la familia Aznárez.
En sus inicios no tenía nombre, ya que en ese momento no se estilaba denominar comercialmente a los establecimientos. Fue Miguel de Unamuno en 1927 el que sugirió a Vicente Hijos, con el que coincidía en el Café de Levante, que adoptase el nombre con el que hoy la conocemos, en homenaje a la popularidad de la papiroflexia en la época, donde los tertulianos de los cafés acostumbraban realizarlas con los sobres de azúcar y las servilletas de papel.
Un par de curiosidades: La Pajarita fue triste testigo en 1912 del asesinato del presidente del Gobierno Don José Canalejas, tras visitar esta pastelería fue asesinado mientras miraba el escaparate de la desaparecida librería San Martin en la actual Puerta del Sol, esquina calle Carretas. Tan extendida fue la fama de este local, que en 1881 José Vicente Arche director de Orquesta del Teatro de la Zarzuela compone una Polka con el título “Caramelos de la Pajarita”.
En el local, todo está pensado al detalle: desde las cajitas con diseños florales, a la decoración en tonos azules.
Entre sus productos destacan los caramelos, que siguen elaborándose con las recetas originales de los fundadores, entre los que destacan sus famosas "violetas", caramelos con forma de flor, que se inventaron aquí y sus emblemáticos “caramelos clásicos de la pajarita”, con 17 sabores distintos y envueltos en un reconocible papel.
Además, son espectaculares las trufas y bombones y no hay que dejar de probar sus pajaritas de chocolate, así como el “marrón glacé”, hecho como se hacía hace casi dos siglos, confitando las castañas.
El Riojano. Calle Mayor, 10.
En 1855 el que fuera pastelero personal de la reina María Cristina de Borbón, el riojano Dámaso Maza, fundo este local. No se trata de un negocio familiar, ya que Maza no tuvo descendencia, por lo que el negocio fue pasando siempre de jefes a empleados, así durante siete generaciones hasta los actuales propietarios.
Su interior apenas se ha alterado en este siglo y medio, desde los estucados en el techo, a las lámparas y apliques isabelinos, las magníficas vitrinas y el mostrador, construido por ebanistas de Palacio con caoba traída de Cuba, bronces y mármoles de Carrara, así como la caja registradora, con la que actualmente te cobran. Me comentaron en la visita que todavía conservan el horno primitivo de leña, aunque ahora ya no lo usen (ya me gustaría a mí haberlo visto).
El producto más famoso de esta confitería son las Pastas del Consejo. Se trata de unas pastas en forma de C y sabor a limón, que fueron llamadas así, porque se elaboraron a petición de la Reina para su hijo, Alfonso XII, de quien era regente, al objeto de poder sobrellevar las largas reuniones del Consejo de Estado, al que tenía que asistir siendo niño.
El Riojano cuenta también con un acogedor Salón de Te donde disfrutar de su amplia oferta de confitería preparada artesanalmente, desde los tradicionales bartolillos que ya "casi nadie recuerda", un pastel con crema pastelera.
hasta las torrijas de leche o vino, con un toque de limón que se aprecia junto a la canela y un fino rebozado.
Sus vitrinas se llenan en Navidad de dulces típicos madrileños, como los sugerentes «bocaidentes», unas pequeñas bolas elaboradas con yema, nuez y azúcar glas.
Además de la tienda, cuenta con un acogedor salón de té donde poder disfrutar de todas las delicias que elaboran.
Viena Capellanes. Calle Goya 37.
En 1873, Matías Lacasa obtuvo el privilegio, otorgado por la Oficina de Patentes, de fabricar durante diez años en exclusiva para Madrid el pan de Viena, distinto al candeal, que en aquellos años era prácticamente el único que se conocían en España, convirtiéndose en un “pan de lujo” que tuvo gran aceptación. Por su parte, Capellanes proviene del lugar donde se ubicó la primera tahona, en la actual calle de la Misericordia, conocida entonces como de Capellanes, que toma este nombre por encontrarse allí la residencia de los capellanes del convento de las Descalzas Reales. Así, el público de Madrid iba a “comprar el pan de Viena a Capellanes” y de ahí le quedó el nombre de este negocio centenario.
A la muerte del fundador sin descendencia, su esposa pidió ayuda a sus sobrinos Ricardo y Pio Baroja (por aquel entonces estudiante, convirtiéndose en el futuro en ilustre escritor y novelista) para que la ayudaran a seguir con el negocio. Los años pasaron y los Baroja decidieron vender el negocio a un joven aprendiz, Manuel Lence, que acabaría comprando la panadería, introduciendo nuevas especialidades de pan, pero también chocolates, fiambres y toda una amplia gama de pastelería. El pan de Viena hace tiempo que dejó de ser la estrella, pero siguen atrayendo al público con su espectacular Tarta “Sacher”, una tarta típica de Austria, elaborada con dos planchas de bizcocho de chocolate entre las que se extiendo una capa de mermelada de albaricoque, todo ello recubierto de una cobertura de chocolate negro.
Tuvo la distinción de 'Proveedores de la Casa Real', institución que incluso llegó a autorizar la marca de chocolates que se fabricaban en exclusiva, los 'Chocolates Reina Victoria', marca que con la llegada de la Segunda República en el año 1.931 fue forzada a despojarse de sus atributos «reales», pasando a denominándose 'Chocolates Victoria'.
Cuenta con más de 25 establecimientos en Madrid, el de la calle Goya 37, es de visita obligada, por seguir prácticamente en su estado original.
Una curiosidad sobre la Tarta “Sacher”: No te puedes ir de Viena, si eres amante del chocolate, sin probar esta tarta. Te dejo tres lugares donde probarla: Cafe Sacher (1876), frente a la Opera, aquí se vende la tarta "original". Cafe Central (1890). Pasteleria Demel (1786), que mantuvo una pelea legal con el Café Sacher, por vender la tarta original, ganándola este ultimo y esta pastelería, solo puede vender la tarta bajo el nombre de "Tarta Sacher de Eduard", nombre del hijo del creador de la tarta, que trabajo en su momento en esta pastelería
La Mallorquina. Puerta del Sol esquina calle Mayor
Debe su nombre al origen balear de uno de los fundadores, que en 1894 comenzaron vendiendo ensaimadas y sobrasadas en el establecimiento original de la calle Jacometrezo. Las obras de la Gran Vía madrileña obligaron a su traslado a la ubicación actual, Puerta del Sol esquina calle Mayor. En 1940 los actuales propietarios compran el negocio que siguen dirigiendo y ya van por la tercera generación. Cuentan con el obrador más céntrico de España, en la parte baja de la pastelería, a pocos metros de señal que indica el “kilómetro cero” en la Puerta del Sol. Su delicioso aroma te persigue desde el momento en el que sales de la parada de metro de Sol y prácticamente te obliga a entrar en la tienda.
Actualmente su mejor seña de identidad es la napolitana de crema, (son diferentes a las que puedas probar en cualquier otro sitio, por la masa, por la forma en que las hornean y por la crema utilizada), pero a sus croissants, palmeras de chocolate, bambas de nata o trufas, tampoco les faltan seguidores.
La Mallorquina no guarda en su interior una decoración y mobiliario antiguos, como podemos encontrar en otros de los locales comentados en este post, pero dispone de un local grande. En la planta baja, cuenta con una barra donde poder tomar una consumición acompañada de cualquiera de los dulces y salados (sobre todo las famosas medianoches) que integran su carta y otras dos zonas de mostradores, una para la bollería y pastelería y otra más dedicadas a chocolates, bombones y caramelos. En la planta superior se encuentra el Salón de té, donde si tienes suerte y coges la mesa que da a la Puerta del Sol tendrás unas vistas increíbles.
Como curiosidad en esta pastelería se siguen envolviendo todos los productos con doble papel y con cuerda. El primero es el llamado papel de baja presión para evitar que la grasa se traspase y el segundo, donde aparece el logotipo de La Mallorquina.
Se trata de un lugar de gratos recuerdos de mi juventud, cuando con mis padres visitábamos Madrid y era este un lugar de parada obligatoria.
La Duquesita. Calle Fernando VI N.º 2.
Emblemática pastelería que se remonta a 1914. Regentada durante tres generaciones por la familia Santamaria, se mantuvo en activo hasta 2015 tras cerrar por jubilación. En este mismo año se hizo cargo del negocio el laureado maestro pastelero Oriol Balaguer, elegido “Mejor Maestro Pastelero Artesano” cuando tenía solo 20 años y hoy presume de mantener viva la esencia de La Duquesita, tratando de respetar las tradiciones y recetas pasteleras de su primer propietario, dándolas su toque personal.
La fachada del local, ha conservado el grabado central en donde se explica cual eran los productos típicos de su época: “Bombones y caramelos finos”. En su interior perduran también, mobiliario original como mostradores, espejos, vitrinas, una gran lampara central y la figura en alabastro de “La Duquesita” que preside y da nombre al local, la cual presenta algunos desperfectos, visibles en cuello nariz y mano, debidos a la acción de un exaltado que, durante la guerra civil, la emprendió a golpes con lo que entendía un símbolo de la monarquía.
Entre las especialidades que no debes perderte se encuentran los inconfundibles croissants de mantequilla, con varios premios a sus espadas (entre ellos el mejor de España en 2014) o sus palmeras de chocolate, con un hojaldre insuperable y delicioso chocolate, consideradas por muchos las mejores de Madrid.
También son dignos de mención los bombones, en una exquisita selección de sabores. Entre los productos típicos Navideños, se encuentra el Roscón de Reyes, que aquí se elabora todo el año y el Panettone, no todos son de pasa y frutas, ni tienen la misma esponjosidad, aquí preparan uno de los mejores, disponibles en tres sabores gianduia con castaña, fruta y chocolate.
Quiero hacer una reseña sobre uno de los pasteles de gran tradición madrileña, pero de origen mexicano, que siguen elaborando en esta casa con la receta tradicional, los “soconuscos”, un pastel de almendra, bañado en chocolate y con almendras coronando la parte superior.
Tienen un agradable Salón de té, un rincón idóneo donde tomar un café, con cualquiera de los dulces comentados.
Espero que esta ruta haya sido de interés, especialmente si eres amante de lo dulce.
José María Vicente